top of page
Buscar

Crianza global: Adaptarse a la vida como persona pequeña en una gran ciudad

  • jennamayhew
  • 19 jun
  • 5 Min. de lectura

Probablemente, como yo, te hayas mudado a la Ciudad de México. Posiblemente lo hayas hecho con hijos. Y si alguna de las dos anteriores es cierta, es casi seguro que has experimentado estrés por la mudanza. En el mejor de los casos, fue mínimo. En el peor, aún te preguntas si fue la decisión correcta. Hay una razón por la que mudarse suele ser uno de los eventos más estresantes de la vida: la logística, la burocracia y los gastos; las despedidas de seres queridos y trabajos queridos; la adaptación digestiva, el estrés ambiental y, posiblemente, aprender otro idioma. Si eres un monolingüe de por vida como yo, esto último es lo que realmente te impacta.


Hay una frase que se repite: «Los niños son muy adaptables». Es parcialmente cierta. Se adaptan con el tiempo y, en general, suelen hacerlo mejor que sus padres expatriados. Sin embargo, esto suele convertirse en el mito de que ser niño proporciona una especie de protección, si no inmunidad, contra el estrés de la mudanza. Mudarse tiene consecuencias para todos los niños, incluso para los pequeños. De hecho, un estudio epidemiológico publicado en una revista sobre enfermedades psicosomáticas reveló que el evento vital, aparentemente inofensivo, de mudarse a un país extranjero provocó niveles más altos del neuropéptido VIP y, en consecuencia, mayores tasas de alergias, lo que catalogó la mudanza al extranjero como un «riesgo para la salud» (Herberth, et al., 2007). ¡Vaya!


¿Cómo se manifiesta el estrés de adaptación en los niños? Cuando me mudé a Ciudad de México, mi hija, que solía ser tranquila, apenas sobrevivía a una comida sin tener una crisis. "¡No. Quiero. ESE. CHUCARAAA!". Y ahí empezaron las lágrimas y toda su comida fue arrojada al suelo. Podría haberle dado todas las opciones de cuchara del mundo y no habría cambiado nada, porque nunca se trató realmente de la cuchara. Fue una mudanza, sumada a un nuevo hermano, un padre ausente (absorbido por el torbellino del trabajo) y una madre francamente infeliz. Su comportamiento fue, como era de esperar, atroz.


Esta es una presentación bastante típica de un niño pequeño bajo estrés: crisis, rebeldía, rabietas, pérdida de habilidades y comportamientos regresivos, como apego o pérdida de la habilidad para ir al baño. En niños mayores y adolescentes, se muestran tristes, enojados e irritables, y pueden mostrarse emocionalmente distantes o dependientes. Es probable que personas de todas las edades experimenten cambios en sus patrones de sueño y alimentación.


¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a adaptarse lo más rápido y sin contratiempos posible? Aquí les presento mis tres reglas de oro para apoyarlos en esta etapa inevitablemente complicada.


1) Cuídate


La tentación:

Dejar que el estrés de la mudanza se manifieste en forma de irritabilidad, discusiones, comer un montón de comida chatarra y apenas dormir.


La recomendación:

Las bases del auto-cuidado son muy sencillas: dormir lo suficiente, comer sano y no saltarse comidas, hacer ejercicio y, si puedes permitirlo, estar en contacto con la naturaleza.


La explicación:

La adaptación familiar impacta la adaptación de los niños. Si el capitán del barco se tambalea, la primera gran ola los sacudirá a todos.


Poniéndolo en práctica :

Dormir es fundamental. Si tienes problemas para conciliar el sueño o mantenerlo, abórdalo. Existen intervenciones muy efectivas. Puedes empezar con recursos en línea y, si eso no te ayuda, considera consultar con un psicólogo.

No te saltes comidas. La reducción de calorías y los alimentos pobres en nutrientes afectarán tu estado de ánimo.


2) Honrar sus emociones


La tentación:

Centrarnos en lo emocionante que es el cambio y en lo afortunados que son, como forma de animarlos a adoptar una mentalidad positiva.


La recomendación:

Da la bienvenida a sus emociones: las buenas, las malas y las feas.


La explicación:

Mudarse provoca una gama de emociones que pueden parecer contradictorias. Cuando nos centramos solo en lo positivo, los niños perciben que deberían sentirse así. Cuando no es así, se sienten confundidos y avergonzados. El mensaje que reciben es que sus sentimientos son "erróneos". Dejan de compartir sus sentimientos y su estrés se manifiesta de otras maneras.


Poniéndolo en práctica:

Para los niños más pequeños, concéntrese en etiquetas y validación sencillas: "¡Ay, estás enojado!"; o si está a punto de ocurrir un comportamiento inaceptable: "Creo que quieres tirar el desayuno y no puedo dejar que lo hagas, así que lo voy a apartar, pero entiendo lo molesto que estás". Cuanto más pequeños sean, menos palabras usará.

Para los niños mayores, destaque lo positivo, pero también deje espacio para que su hijo/a exprese sus sentimientos. Por ejemplo: "La semana que viene empiezas en una nueva escuela. Creo que tu profesor/a es muy amable y hemos elegido la que creemos que es la mejor escuela para ti. Pero sé que empezar una nueva escuela puede ser difícil. ¿Cómo crees que te irá?".


3) Priorizar la rutina


La tentación:

Ser espontáneo y aprovechar al máximo todo lo que la Ciudad de México tiene para ofrecer.


La recomendación:

Implemente rutinas y estructuras lo antes posible.


La explicación:

Las rutinas hacen que el mundo sea predecible, y la previsibilidad crea una sensación de estabilidad. Cuando todo se ha descontrolado, esto puede reducir considerablemente el estrés.


Poniéndolo en práctica:

· Establecer horarios regulares para dormir y despertarse.

· Comer juntos en familia.

· Mantener los rituales de tu ciudad natal anterior.

· Evite iniciar cambios adicionales durante varios meses.

Para niños mayores y adolescentes, socializar es fundamental. Intente incorporarlo a su rutina.


Como el ave fénix que resurge de sus cenizas, mudarse al extranjero puede ser una experiencia positiva de crecimiento para los niños, haciéndolos más resilientes, seguros y socialmente competentes. La transición de mi familia a México no fue un proceso sencillo, pero lo logramos. Me ayudó a recordar que el vínculo entre padres e hijos no se forja solo en los buenos tiempos. Después de un día de crisis, mi hija, increíblemente independiente, se metía en mi cama, a menudo pegando su nariz a la mía y acunando mi rostro en su mano. Me miraba con cariño a los ojos antes de quedarse dormida. Y es en estos momentos, cuando los niños se sienten abrumados, sobre-estimulados e incapaces de afrontar la situación, que aprenden que tu amor es más grande que su comportamiento. El mejor regalo que podemos darles a nuestros hijos no es protegerlos de las emociones difíciles, sino mostrarles que hay un padre más grande, más fuerte, más sabio y más amable que ellos; y que si necesitan derrumbarse, estaremos ahí para ayudarlos.



Referencias

Herberth, G., Weber, A., Irina, L., Roder, S., Herbarth, O., …Heinrich, J. (2007). El estrés de la reubicación y los neuropéptidos: un estudio epidemiológico en niños. Revista de Investigación Psicosomática , 63(4), 451-452.

Sivatte, I., Bullinger, B., Canamero, M. y Martel, M. (2019). Hijos de expatriados: Factores clave que influyen en su adaptación. Departamento de Recursos Humanos y Comportamiento Organizacional, IE University, España.

 
 
 

Comments


bottom of page